La patología cardiovascular, una condición altamente dependiente de factores de riesgo modificables, sigue siendo en la actualidad la principal causa de muerte a nivel mundial. Sin embargo, en parte por los avances alcanzados a nivel médico y también por los cambios en nuestro estilo de vida, las tasas de mortalidad por eventos cardiovasculares han disminuido en un 5% en la última década. Mientras que antes una de cada dos personas que sufrían un ictus fallecía, ahora esa cifra ha disminuido a una de cada ocho. Sin embargo, si atendemos a la tendencia de patología cardiovascular entre la población joven, la situación no es tan optimista.
Cuando pensamos en una persona con riesgo cardiovascular, la imagen que nos suele venir a la cabeza es la de una persona mayor, seguramente con algo de sobrepeso, que toma medicación para la tensión y el colesterol. De hecho, como muestran los datos del Centro Nacional de Estadísticas en Salud de Estados Unidos, el riesgo cardiovascular aumenta de forma exponencial con la edad (por ejemplo, el riesgo de hipertensión se triplica desde los 18-40 años hasta los 60). Sin embargo, pese a la reducción en la mortalidad cardiovascular mencionada, especialmente entre las personas mayores, en los últimos años encontramos con una tendencia altamente preocupante: cada vez más gente joven presenta factores de riesgo cardiovascular que antes asociábamos únicamente a personas de mayor edad, algo en lo que influye directamente el estilo de vida actual.
Eso es lo que sugiere un estudio recientemente publicado por Pedro L. Valenzuela y Adrián Castillo García, investigadores de la Universidad de Alcalá, junto a investigadores de la Universidad Europea de Madrid y la Universidad Europea Miguel de Cervantes, en la Revista Española de Cardiología del Deporte. Tras analizar los reconocimientos médicos de casi 80.000 jóvenes españoles de entre 18 y 30 años, los resultados mostraron que, pese a su corta edad, un 18% ya presentaba algún factor de riesgo cardiovascular (incluyendo pre hipertensión o hipertensión, prediabetes o diabetes, o hipercolesterolemia). Además, se hizo un breve seguimiento de entre 2 y 5 años a cerca de 45.000 jóvenes que no tenían riesgo cardiovascular al comienzo del estudio y, durante ese periodo, un 2% adicional desarrolló algún factor de riesgo cardiovascular.
El estilo de vida, el gran detonante
Cuando hablamos de patología cardiovascular, debemos poner el foco en el estilo de vida. Aunque es cierto que algunos factores como los genéticos o los relacionados con del ambiente (por ejemplo, los niveles de contaminación) ejercen cierta influencia, nuestro estilo de vida es el pilar fundamental sobre el que se erige la salud cardiovascular.
En este sentido, las tasas de inactividad física, sobrepeso, y otros factores de estilo de vida poco saludables están aumentando sin límites, también entre los jóvenes. Por ejemplo, en Estados Unidos la prevalencia de obesidad entre los jóvenes ha aumentado en la última década de un 32% a un 41%. Estos datos no se limitan solo a este país; en el estudio realizado en 80.000 jóvenes españoles, se observa que solo la mitad cumplía las recomendaciones de actividad física, y un 40% tenía sobrepeso u obesidad, con menos de 30 años.
¿Y qué pasa si tenemos en cuenta otros factores relacionados con el riesgo cardiovascular como puede ser el tabaquismo, el consumo de alcohol, o la cantidad y calidad del sueño? Menos de un 4% podía considerarse que tuviese un estilo de vida ‘óptimo’, es decir, que cumpliese todos los factores (físicamente activo, normopeso -peso óptimo para la salud-, no fumador, consumo de menos de una bebida alcohólica al día, y dormir entre 6 y 9 horas con una buena calidad del sueño).
Los factores de estilo de vida mencionados mostraron tener una alta asociación con la presencia y desarrollo de factores de riesgo cardiovascular. Así, los que cumplían con un estilo de vida totalmente óptimo tenían un 38% menos riesgo de desarrollar factores de riesgo cardiovascular en los años posteriores, estando esta asociación principalmente mediada por la influencia del índice de masa corporal. De hecho, al tener en cuenta todos los factores de estilo de vida en conjunto, tener normopeso reducía el riesgo cardiovascular a corto plazo en un 39%, mientras que ser físicamente activo lo hacía en un 5% (Figura 1). Por el contrario, una vez se tenían en cuenta los otros factores de estilo de vida, hábitos como dormir poco no parecían tener una influencia significativa, al menos a corto plazo y en esta población.