En el mandamiento de los músicos de hacer esperar a su público se da quienes siguen estas instrucciones y quienes no. Jero Romero y su banda es de los primeros. Pero la espera merece la pena.
En un teatro Kafe Antzokia que acogió al toledano el sábado noche, los fieles seguidores de la banda esperaron pacientemente el comienzo de los primeros acordes. Entre bebidas, el murmullo y los gritos se hacían enormes en un espacio donde todo se escuchaba cuando se daba el silencio entre canción y canción.
A pesar de que Romero no es de las figuras más conocidas del panorama musical nacional, sí es de las más respetadas y eso lo hizo notar durante su enérgica y creativa actuación. La mezcla entre el estilo folk de las canciones de su primer trabajo, Cabeza de León, y del nuevo álbum con tintes eléctricos, La Grieta, hacía más atractiva la sucesión de composiciones.
Entre el sonido del vidrio de las botellas del bar y las risas que Jero Romero producía cuando se jactaba de hacer un “repaso a la larga discografía” o contestando a los piropos que le gritaban, el manchego dio un auténtico recital que oscilaba entre lo intimista y lo intenso.
En esta nueva parada en tierras vascas, y después de haber comido en un txoko, el toledano consiguió ganarse al público en una apuesta segura por las canciones ya conocidas, como Haciendo eses o el single de La Grieta, Fue hoy.
El micromecenazgo ha hecho posible que Romero mantenga a los integrantes del grupo que durante la gira del primer álbum le acompañaron y en este nuevo periplo han estado a su lado. Los mismos músicos que demostraron una complicidad y solidez sonora digna de años de trabajo. Se hacía palpable el disfrute tanto de las dos guitarras como del bajo y la batería durante todos los temas. Especial resultó el apoteósico final del bis que terminó con un espectáculo en el que se notó la satisfacción de los allí presentes.
Tatiana Moro